domingo, 16 de octubre de 2011

16 Muestra de lo que eres capaz.


FASE TRES.
El precipicio.
Intensificación del efecto con medidas extremas.
La meta de esta fase es intensificarlo todo: el efecto que tienes en la mente de tus
víctimas, los sentimientos de amor y apego, la tensión en ellas. Una vez en tus garras,
podrás manejarlas a tu antojo, entre la esperanza y la desesperación, hasta
debilitarlas y quebrantarlas. Señalar hasta dónde estás dispuesto a llegar por ellas,
haciendo una obra noble o caballerosa. (16: Muestra de lo que eres capaz), acarreará
una sacudida potente, desatará una reacción sumamente positiva. Todos tenemos
cicatrices, deseos reprimidos y asuntos pendientes de la infancia. Saca esos deseos y
heridas a la superficie, haz sentir a tus víctimas que reciben lo que nunca tuvieron de
niños y penetrarás hondo en su psique, despertarás emociones incontrolables. (17:
Efectúa una regresión). Entonces podrás hacer que tus víctimas se extralimiten,
representen sus lados más oscuros, con lo que añadirás a tu seducción una sensación
de peligro. (18: Fomenta las transgresiones y lo prohibido).
Necesitas acentuar el hechizo, y nada confundirá y encantará más a tus víctimas que
dar a tu seducción un cariz espiritual. No es lascivia lo que te motiva, sino el destino,
ideas divinas y todo lo elevado. (19: Usa señuelos espirituales). Lo erótico acecha bajo
lo espiritual. Tus víctimas estarán así debidamente preparadas. Afligiendolas
deliberadamente, infundiendo en ellas temores y ansiedades, las llevarás al borde del
precipicio, de donde será fácil empujarlas y hacerlas caer. (20: Combina el placer y el
dolor). Sentirán enorme tensión, y ansia de alivio.
16 Muestra de lo que eres capaz.
La mayoría quiere ser seducida. Si se resiste a tus
esfuerzos, quizá se deba a que no has llegado lo bastante lejos para disipar sus dudas, sobre tus motivos,
la hondura de tus sentimientos y demás. Una acción oportuna que demuestre hasta dónde estás dispuesto
a llegar para conquistarla desvanecerá sus dudas. No te importe parecer ridículo o cometer un error;
cualquier acto de abnegación por tus objetivos arrollará de tal manera sus emociones que no notarán
nada más. Nunca exhibas desánimo por la resistencia de la gente, ni te quejes. En cambio, enfrenta el reto
haciendo algo extremoso o cortés. A la inversa, alienta
a los demás a demostrar su valía volviéndote difícil de alcanzar, inasible, disputable.
EVIDENCIA SEDUCTORA.
Cualquiera puede darse ínfulas, decir cosas honrosas de sus sentimientos, insistir en lo
mucho que nos quiere, así como a todas las personas oprimidas en los más remotos
confínes del planeta. Pero si nunca se comporta de un modo que confirme sus palabras,
empezaremos a dudar de su sinceridad; quizá tratamos con un charlatán, un hipócrita
o un cobarde. Halagos y palabras bonitas no pueden ir demasiado lejos. Pero llegará
un momento en que tengas que enseñar a tu víctima alguna evidencia, igualar tus
palabras con tus actos.
Este tipo de evidencia cumple dos funciones. Primero, disipa cualquier duda que
persista sobre ti. Segundo, una acción que revela una cualidad positiva en ti es
sumamente seductora en sí misma. Las hazañas heroicas o desinteresadas producen
una reacción emocional poderosa y positiva. No te preocupes: no es necesario que tus
actos sean tan valerosos y desinteresados que pierdas todo por su causa. La sola
apariencia de nobleza será suficiente. De hecho, en un mundo en que la gente analiza
en exceso y habla demasiado, cualquier acción tiene un efecto tonificante y seductor.
En el curso de una seducción es normal hallar resistencia. Entre más obstáculos venzas,
por supuesto, mayor será el placer que te espera, pero más de una seducción fracasa
porque el seductor no interpreta correctamente las resistencias del objetivo. Las más de
las veces te rindes demasiado fácil. Comprende primero una ley básica de la seducción:
la resistencia es señal de que las emociones de la otra persona están implicadas en el
proceso. El único individuo al que no puedes seducir es al frío y distante. La resistencia
es emocional, y puede transformarse en su contrario, de igual forma que en el jujitsu la
resistencia física del contrincante puede usarse para hacerlo caer. Si la gente se te
resiste porque no confía en ti, un acto aparentemente desinteresado, que indique lo
lejos que estás dispuesto a llegar para demostrar tu valía, será un eficaz remedio. Si se
resiste porque es virtuosa, o por lealtad a otra persona, tanto mejor: la virtud y el deseo
reprimido son fáciles de vencer con acciones. Como escribió la gran seductora Natalie
Barney: "La virtud suele ser una súplica de más seducción".
Hay dos maneras de mostrar de lo que eres capaz. Primero, la acción espontánea: surge
una situación en la que el objetivo requiere ayuda, debe resolver un problema o
simplemente necesita un favor. No puedes prever estas situaciones, peto debes estar
listo para ellas, porque pueden aparecer en cualquier momento. Impresiona al objetivo
llegando más lejos de lo necesario: sacrificando más dinero, tiempo, esfuerzo del
esperado. Tu blanco usará a menudo estos momentos, o incluso los inventará, como
una especie de prueba: ¿te retirarás? ¿O estarás a la altura de las circunstancias? No
puedes vacilar ni protestar, ni siquiera un momento, o todo estará perdido. De ser
necesario, haz que el acto parezca haberte costado más de lo que fue, nunca con
palabras, sino en forma indirecta: miradas de agotamiento, versiones esparcidas por
terceros, lo que haga falta.
La segunda manera de mostrar de lo que eres capaz es la hazaña heroica que planeas y
ejecutas con anticipación, solo y en el momento justo, de preferencia ya avanzada la
seducción, cuando cualquier duda que la víctima siga teniendo de ti es más peligrosa
que antes. Elige un acto dramático y difícil que revele el mucho tiempo y esfuerzo
implicados. El peligro puede ser muy seductor. Dirige hábilmente a tu víctima a una
crisis, un momento de peligro, o colócala indirectamente en una posición incómoda, y
podrás hacerla de salvador, de caballero galante. Los fuertes sentimientos y emociones
que esto incita pueden redirigirse con facilidad hacia el amor.
ALGUNOS EJEMPLOS.
1.- En la Francia de la década de 1640, Marión de l'Orme era la cortesana más
codiciada. Renombrada por su belleza, había sido amante del cardenal Richelieu, entre
otras notables figuras políticas y militares. Conquistar su cama era señal de éxito.
El libertino conde Grammont cortejó a De l'Orme durante semanas, y ella le dio por fin
una cita, para una noche. El conde se preparó para un encuentro maravilloso, pero el
día de la cita recibió una carta en la que ella expresaba, en términos corteses y
delicados, su terrible pesan sufría un dolor de cabeza atroz, y debía guardar cama esa
noche. Su cita tendría que posponerse. El conde tuvo la certeza de que otro lo
desplazaba, porque De l'Orme era tan caprichosa como bella.
Grammont no titubeó. Al anochecer cabalgó hasta el Marais, donde vivía De l'Orme, y
exploró los alrededores. En una plaza cerca de la casa de ella vio a un hombre
aproximarse a pie. Tras reconocer al duque de Bríssac, supo de inmediato que él lo
suplantaría en la cama de la cortesana. Brissac pareció disgustado de tropezar con el
conde, así que Grammont se acercó a toda prisa a él y le dijo: "Brissac, amigo, debes
hacerme un favor de la mayor importancia: tengo una cita, por primera vez, con una
mujer que vive cerca de aquí; y como esta visita es sólo para concertar medidas, mi
estancia será muy breve. Ten la bondad de prestarme tu capa, y de pasear un rato a mi
caballo, hasta mi regreso; pero, sobre todo, no te alejes de este sitio". Sin esperar
respuesta, Grammont tomó la capa del duque y le tendió la brida de su caballo. Al
volverse atrás, vio que Brissac lo miraba, así que fingió entrar a una casa, salió por
atrás, dio la vuelta y llegó a la casa de De rorme sin ser visto.
Tocó la puerta, y una criada, confundiéndolo con el duque, lo dejó pasar. Marchando
directamente a la cámara de la dama, la encontró tendida en un sofá, con un fino
vestido. Se quitó la capa de Brissac, y ella lanzó un grito, asustada. "¿Qué pasa,
hermosa?", preguntó él. "Pa-rece que ya no le duele la cabeza...". Ella pareció ofendida,
exclamó que aún sufría e insistió en que él se retirara. Ella podía, dijo, hacer o deshacer
citas. "Madam", replicó tranquilamente Grammont, "sé qué le preocupa: teme que
Brissac me halle aquí; pero puede estar tranquila a ese respecto." Abrió entonces la
ventana y dejó ver a Brissac afuera, en la plaza, paseando diligentemente un caballo,
como cualquier mozo de cuadra. Parecía ridículo; De l'Orme echó a reír, lanzó los
brazos al conde y exclamó: "¡Mi querido caballero! No puedo más; usted es demasiado
amable y excéntrico para no ser perdonado". El le contó el lance, y ella prometió que el
duque podría ejercitar caballos toda la noche, pues no lo dejaría entrar. Hicieron una
cita para la noche siguiente. Fuera, el conde devolvió la capa, se disculpó por tardar
tanto y dio las gracias al duque. Brissac se mostró sumamente gentil, e incluso sujetó el
caballo de Grammont para que éste montara y le hizo adiós con la mano al partir.
Interpretación. El conde Grammont sabía que la mayoría de los aspirantes a seductores
se rinden muy fácilmente, confundiendo el capricho o la aparente frialdad con una
señal de genuina falta de interés. De hecho, eso puede significar muchas cosas: quizá
esa persona te está poniendo a prueba, preguntándose si hablas en serio. La conducta
quisquillosa corresponde justo a este tipo de prueba; si te rindes a la primera señal de
dificultad, es obvio que no quieres tanto a tu víctima. O podría ser que ella esté
insegura acerca de ti, o intente elegir entre otra persona y tú. En cualquier caso, es
absurdo darse por vencido. Una muestra incontrovertible de lo lejos que estás
dispuesto a llegar aplastará toda duda. Y también derrotará a tus rivales, porque la
mayoría de la gente es tímida, teme hacer el ridículo y rara vez corre riesgos.
Al tratar con objetivos difíciles o renuentes, lo mejor suele ser improvisar, como lo hizo
Grammont. Si tu acción parece súbita y sorpresiva, los emocionará más, los relajará. Un
poco de recopilación indirecta de información —algo de espionaje— es siempre una
buena idea. Pero lo más importante es el espíritu con que acometes tu prueba. Si estás
de buen humor y animado, si haces reír al objetivo, mostrando tu valía y divirtiéndolo
al mismo tiempo, no importará si echas todo a perder, o si él ve que has empleado
algunas artimañas. Cederá al agrádable ánimo que has creado. Advierte que el conde
nunca se quejó ni enojó, ni se puso a la defensiva. Todo lo que tuvo que hacer fue jalar
la cortina y dejar ver al duque paseando al caballo, derritiendo con risas la resistencia
de De l'Orme. En un acto bien ejecutado, demostró lo que era capaz de hacer por una
noche de sus favores.
2.- Paulina Bonaparte, la hermana de Napoleón, tuvo al paso de los años tantas
aventuras con hombres que los médicos temían por su salud. No podía permanecer
con un hombre más que unas cuantas semanas; la novedad era su único placer. Luego
de que Napoleón la caso con el príncipe Camiloo Dorgfíese, en 1803, sus aventuras no
hicieron más que multiplicarse. Así, cuando conoció al gallardo mayor Jules de
Canouville, en 1810, todos supusieron que esa aventura no duraría más que las otras.
Claro que el mayor era un soldado condecorado, un hombre instruido y un consumado
bailarín, así como uno de los caballeros más apuestos del ejército. Pero Paulina, de
treinta años entonces, había tenido romances con docenas de hombres que habrían
podido igualar ese curriculum.
Días después de iniciado el romance, el dentista imperial llegó a casa de Paulina. Un
dolor de muelas le había causado noches de insomnio, y el dentista determinó que
debía extraer el diente malo de inmediato. En ese entonces no se usaban calmantes; y
mientras el hombre empezaba a sacar sus diversos instrumentos, Paulina se aterró.
Pese a su dolor de muelas, cambió de opinión y se negó a ser intervenida.
El mayor Canouville estaba tendido en un sofá, con un manto de seda. Al percatarse de
todo, intentó animar a Paulina a someterse: "Un momento o dos de dolor y eso habrá
terminado para siempre... Una niña lo aguantaría sin chistar". "Me gustaría verte
hacerlo", replicó ella. Canouville se puso de pie, se acercó al dentista, escogió una
muela al fondo de su propia boca y ordenó que se la sacaran. Una muela perfectamente
sana fue extraída, y Canouville apenas si pestañeó. Luego de esto, Paulina no sólo dejó
que el dentista hiciera su trabajo, sino que, además, su opinión de Canouville cambió:
ningún hombre había hecho jamás algo parecido por ella.
Este romance estaba destinado a durar unas cuantas semanas; pero entonces se alargó.
Eso no complació a Napoleón. Paulina era una mujer casada; romances cortos le
estaban permitidos, pero una relación seria era vergonzosa. Envió a Canouville a
España, para llevar un mensaje a un general. La misión tardaría semanas, y entre tanto
Paulina encontraría a otro.
Pero Canouville no era un amante promedio. Cabalgando día y noche, sin detenerse a
comer ni dormir, llegó a Salamanca en unos días. Ahí se enteró de que no podía llegar
más lejos, pues las comunicaciones estaban interrumpidas, así que, sin esperar nuevas
órdenes, regresó a París, sin escolta, por territorio enemigo. Apenas pudo reunirse
brevemente con Paulina; Napoleón lo mandó de vuelta a España. Pasaron meses antes
de que se le permitiera volver por fin; pero cuando lo hizo, Paulina reanudó de
inmediato su romance, inaudito acto de lealtad de su parte. Esta vez Napoleón envió a
Canouville a Alemania, y finalmente a Rusia, donde murió valientemente en la batalla
de 1812. Fue el único amante que Paulina esperó, y el único al que guardó luto.
Interpretación. En la seducción, llega un momento en que el objetivo comienza a
enamorarse de ti, pero de pronto retrocede. Tus motivos han empezado a parecer
dudosos; quizá sólo persigues favores sexuales, poder o dinero. Casi toda la gente es
insegura, y dudas como ésas pueden arruinar la ilusión de la seducción. En su caso,
Paulina Bona-parte estaba acostumbrada a usar a los hombres para el placer, y sabía
perfectamente bien que, por su parte, ellos también la usaban. Era totalmente cínica.
Pero las personas suelen servirse del cinismo para cubrir su inseguridad. La ansiedad
secreta de Paulina era que ninguno de sus amantes la había querido de verdad; que los
hombres sólo habían deseado de ella favores sexuales o políticos. Cuando Canouville
mostró, con actos concretos, los sacrificios que podía hacer por ella —su muela, su
carrera, su vida—, transformó a una mujer sumamente egoísta en una amante
ferviente. La reacción de ella no fue del todo desinteresada: los actos de Canouville
halagaron su vanidad. Si Paulina podía inspirar en él tales acciones, debía valer la
pena. Pero si él apelaría al lado noble de su naturaleza, ella también tenía que estar a la
altura, y mostrar su valia siéndole fiel.
Efectuar tu proeza lo más gallarda y cortésmente posible elevará la seducción a un
nuevo plano, incitará hondas emociones y disimulará todos los motivos ocultos que
puedas tener. Tus sacrificios deben ser visibles; hablar de ellos, o explicar lo que te
costaron, parecerá presunción. Deja de dormir, enférmate, pierde tiempo valioso, pon
en riesgo tu carrera, gasta más dinero del que puedes permitirte. Exagera todo esto
para impresionar, pero que no te sorprendan alardeando de ello o compadeciéndote de
ti: caúsate dificultades y déjalo ver. Como casi todo el mundo parece buscar su
beneficio, tu acto noble y desinteresado será irresistible.
3.- Durante la década de 1890 y hasta principios del siglo XX, Gabriele D'Annunzio fue
considerado uno de los mejores novelistas y dramaturgos de Italia. Pero muchos
italianos no lo soportaban. Su escritura era florida, y en persona parecía muy pagado
de sí mismo, sobreactuado: cabalgaba desnudo en la playa, fingía ser un hombre del
Renacimiento y cosas así. Sus novelas solían tratar de la guerra, y de la gloria de
enfrentar y vencer a la muerte, tema entretenido para alguien que en realidad jamás
había hecho tal cosa. Así, a principios de la primera guerra mundial, no sorprendió a
nadie que D'Annunzio encabezara el llamado a la incorporación de Italia a los aliados y
su entrada a la refriega. Adonde se mirara, ahí estaba él, pronunciando un discurso a
favor de la guerra, campaña que tuvo éxito en 1915, cuando Italia declaró finalmente la
guerra a Alemania y Austria, Hasta entonces el papel de D'Annunzio había sido
totalmente predecible. Pero lo que sorprendió a los italianos fue lo que ese hombre de
cincuenta dos años hizo después: alistarse en el ejército. Nunca había servido en las
fuerzas armadas, se mareaba en los barcos, pero fue imposible disuadirlo. Las
autoridades le dieron al fin un puesto en una división de caballería, con la esperanza
de mantenerlo fuera de combate.
Italia tenía poca experiencia de guerra, y su ejército era un tanto caótico. Por alguna
razón los generales perdieron de vista a D'Annunzio, quien de todos modos había
decidido dejar su división de caballería y formar sus propias unidades. (Después de
todo era un artista, y no fue posible someterlo a la disciplina militar.) Haciendo-se
llamar Commandante, él se sobrepuso a su mareo habitual y realizó una serie de
osados ataques, dirigiendo a media noche grupos de lanchas de motor contra puertos
austríacos y disparando torpedos contra barcos anclados. Asimismo, aprendió a volar,
y comenzó a encabezar misiones peligrosas. En agosto de 1915 voló sobre la ciudad de
Trieste, entonces en manos enemigas, y arrojó banderas italianas y miles de volantes
con un mensaje de esperanza, escrito con su estilo inimitable: "¡El fin de su martirio
está cerca! El amanecer de su dicha es inminente. Desde las alturas del cielo, en las alas
de Italia, lanzo esta promesa, este mensaje salido de mi corazón". Volaba a alturas
inauditas para la época, y en medio de cerrado fuego enemigo. Los austríacos pusieron
precio a su cabeza.
En una misión en 1916, D'Annunzio cayó sobre su ametralladora, lesionándose
permanentemente un ojo y dañando de gravedad el otro. Cuando se le dijo que sus
días de vuelo habían terminado, convaleció en su casa en Venecia. En ese entonces se
creía en general que la mujer más bella y elegante de Italia era la condesa Morosini,
examante del kaiser alemán. Su palacio se encontraba en el Grand Canal, frente a la
casa de D'Annunzio. Ella se vio asediada entonces por cartas y poemas del escritorsoldado,
en los que éste combinaba detalles de sus hazañas de vuelo con declaraciones
de amor. Bajo ataques aéreos contra Venecia, él cruzaba el canal, viendo apenas con un
ojo, para entregar su más reciente poema. La condición de D'Annunzio era muy
inferior a la de Morosino, de simple escritor, pero su disposición a hacer frente a todo
por ella la conquistó. El hecho de que su conducta temeraria pudiera costarle la vida en
cualquier momento no hizo más que apresurar la seducción.
D'Annunzio ignoró el consejo de los médicos y volvió a volar, realizando ataques aún
más osados que antes. Al terminar la guerra, era el héroe más condecorado de Italia.
Dondequiera que iba en Italia, la gente llenaba las plazas para oír sus discursos.
Después de la guerra, encabezó una marcha sobre Fiume, en la costa adriática. En las
negociaciones de paz, los italianos creyeron merecer en recompensa esa ciudad, pero
los aliados no accedieron. Las tuerzas de D'Annunzio tomaron Fiume y el poeta se
volvió líder, gobernando Fiume durante más de un año como república autónoma.
Para entonces, todos habían olvidado su menos que glorioso pasado como escritor
decadente. Ya era incapaz de hacer nada malo.
Interpretacion. El atractivo de la seducción es que nos aparta de nuestras rutinas
normales, y nos permite experimentar el estremecimiento de lo desconocido. La muerte
es lo desconocido por antonomasia. En periodos de caos, confusión y muerte —las
plagas que arrasaron a Europa en la Edad Media, el Terror de la Revolución francesa,
los ataques aéreos sobre Londres durante la segunda guerra mundial—, la gente suele
abandonar su usual cautela y hacer cosas que nunca haría en otras circunstancias.
Experimenta entonces una especie de delirio. Hay algo muy seductor en el peligro, en
lanzarse a lo desconocido. Muestra que tienes una vena temeraria y una naturaleza
intrépida, que careces del habitual temor a la muerte, e instantáneamente fascinarás a
la mayor parte de la humanidad.
Lo que exhibes en este caso no es lo que sientes por otra persona, sino algo de ti mismo:
que estás dispuesto a aventurarte. No eres un hablador y fanfarrón más. Ésta es una
receta para el carisma instantáneo. Cualquier figura política —Churchill, De Gaulle,
Kennedy— que se haya probado en el campo de batalla posee un atractivo inigualable.
Muchos pensaban que D'Annunzio era un mujeriego fatuo; su experiencia en la guerra
le otorgó un lustre heroico, un aura napoleónica. De hecho, siempre había sido un
seductor eficaz, pero entonces se volvió mucho más atractivo. No necesariamente
tienes que arriesgarte a morir, pero exponerte a ello te concederá una carga seductora.
(Con frecuencia es mejor hacer esto ya avanzada la seducción, momento para el cual
ese acto será una agradable sorpresa.) Estás dispuesto a entrar a lo desconocido. No
hay persona más seductora que la que ha tenido un roce con la muerte. La gente se
sentirá atraída a ti; quizá espere que se le pegue parte de tu espíritu aventurero.
4.- Según una versión de la leyenda artúrica, el gran caballero Lance-lot vislumbró en
una ocasión a la reina Guinevere, la esposa del rey Arturo, y con eso bastó: se enamoró
locamente. Así, cuando recibió la noticia de que la reina había sido raptada por un
caballero malévolo, no titubeó: olvidó sus demás tareas caballerescas y salió a toda
prisa en su búsqueda. Su caballo no resistió la persecución, así que él continuó a pie.
Por fin pareció hallarse cerca, pero estaba exhausto y no podía más. Una carreta tirada
por caballos pasó por ahí; iba llena de hombres encadenados, de aspecto repugnante.
En aquellos días era tradición disponer a los criminales —asesinos, traidores, cobardes,
ladrones— en carretas como ésa, que luego recorrían cada calle de la ciudad para que
la gente los viera. Una vez que alguien viajaba en la carreta, perdía todos sus derechos
feudales por el resto de su vida. La carreta era un símbolo tan terrible que, al ver una
vacía, la gente temblaba y se persignaba. Aun así, Lancelot abordó al conductor, un
enano: "¡En nombre de Dios, dime si has visto a mi señora la reina pasar por este
camino!". "Si quieres subir a esta carreta", respondió el enano, "mañana sabrás qué ha
sido de la reina." Y avanzó. Lancelot vaciló durante dos pasos de caballo, pero luego
corrió tras la carreta y trepó en ella.
Dondequiera que la carreta pasaba, los lugareños la imprecaban. Tenían especial
curiosidad por el caballero entre los pasajeros. ¿Cuál era su crimen? ¿Cómo moriría?
¿Desollado? ¿Ahogado? ¿Quemado en la hoguera? Por fin el enano le permitió bajar,
sin una palabra sobre el paradero de la reina. Peor aún, nadie se acercaba ni hablaba
con Lancelot, porque había estado en la carreta. Él siguió buscando a la reina, y en
todas partes era injuriado, escupido y desafiado por otros caballeros. Había
deshonrado la caballería al viajar en la carreta. Pero nadie pudo detenerlo ni retrasarlo,
y él descubrió finalmente que el raptor de la reina era el malvado Meleagante. Le dio
caza y se enfrentaron a duelo. Aún debilitado por la búsqueda, pareció que Lancelot
estaba por ser derrotado; pero cuando supo que la reina presenciaba la batalla, recobró
su fuerza, y estaba a punto de matar a Meleagante cuando se declaró una tregua.
Guinevere le fue entregada.
Lancelot podía apenas contener la dicha al pensar que por fin estaba en presencia de su
dama, Pero para su consternación, ella parecía molesta, y no miraba a su salvador. Dijo
ella al padre de Meleagante: "Señor, en verdad que él ha malgastado sus esfuerzos.
Siempre negaré estarle agradecida". Esto mortificó a Lancelot, pero no se quejó. Mucho
después, tras soportar innumerables pruebas más, Guinevere cedió al fin, y se hicieron
amantes. Un día él le preguntó si cuando fue raptada por Meleagante había sabido de
la historia de la carreta, y de que él había deshonrado la caballería. ¿Era ésa la causa de
que ella lo hubiera tratado tan fríamente ese día? La reina contestó: "Al demorarte dos
pasos, mostraste tu renuencia a subir. A decir verdad, ése fue el motivo de que no
quisiera verte ni hablar contigo".
Interpretación. La oportunidad de ejecutar tu acto desinteresado suele presentarse de
repente. Tienes que demostrar tu valía en un instante, en el acto. Podría tratarse de una
situación de rescate, un regalo o favor por hacer, una petición súbita de dejar todo para
prestar ayuda. No importa si procedes precipitadamente, cometes un error o haces algo
ridículo, sino que actúes en beneficio de la otra persona sin pensar en ti ni en las
consecuencias.
En momentos así, un titubeo, aun por unos cuantos segundos, puede arruinar el
esmerado trabajo de tu seducción, y revelar que estas absorto en ti mismo, que eres
cobarde y poco cortés. Ésta es por lo menos la moraleja de la versión de Chrétien de
Troyes, del siglo I XII, de la historia de Lancelot. Recuerda: no sólo importa lo que haces,
sino también cómo lo haces. Si eres naturalmente ensimismado, aprende a esconderlo.
Reacciona lo más espontáneamente que puedas, y exagera el efecto pareciendo
nervioso, sobrexcitado, e incluso ridículo; el amor te ha llevado hasta ese punto. Si
tienes que saltar a la carroza por el bien de Guinevere, cerciórate de que ella vea que lo
haces sin la menor vacilación.
5.- En Roma, alrededor de 1531, corrió la voz acerca de una joven sensacional, llamada
Tullia d'Aragona. Para los estándares del periodo, Tullia no constituía una belleza
clásica: era alta y delgada, en una época en que la mujer robusta y voluptuosa era
considerada ideal. Además, carecía del empalago y las risillas de la mayoría de las
jóvenes que ansiaban la atención masculina. No, su cualidad era más noble. Su latín era
perfecto, podía hablar de la literatura más reciente, tocaba el laúd y cantaba. En otras
palabras, era una novedad; y como eso era lo que casi todos los hombres buscaban,
dieron en visitarla en gran número. Ella tenía un amante, un diplomático, y la idea de
que un hombre hubiera conquistado sus favores físicos volvía locos a todos. Sus
visitantes empezaron a competir por su atención, escribiendo poemas en su honor,
disputándose el título de favorito. Ninguno lo consiguió, pero seguían intentando.
Claro que había quienes se sentían ofendidos por ella, y que en público decían que
Tullia no era más que una ramera de ciase alta. Repetían el rumor (tal vez cierto) de
que hacía bailar a viejos mientras tocaba el laúd; y si su baile le complacía, podían
abrazarla. Para sus fieles seguidores, todos de noble cuna, eso era una calumnia.
Escribieron un documento que se distribuyó en todos lados: "Nuestra honrada señora,
la bien nacida y honorable dama Tullia d'Aragona, supera a todas las damas del
pasado, presente y futuro por sus cualidades deslumbrantes. [...] Quien se niegue a
ajustarse a esta declaración deberá, por la presente, entrar en liza con uno de los
caballeros abajo firmantes, quien lo convencerá en la forma acostumbrada".
Tullia abandonó Roma en 1535, primero en favor de Venecia, donde el poeta Tasso se
hizo su amante, y después de Ferrara, quizá entonces la corte más civilizada de Italia.
¡Qué sensación causó ahí! Su voz, su canto, aun sus poemas eran elogiados en todas
partes. Puso una academia literaria dedicada a las ideas del librepensamiento. Se hizo
llamar musa y, como en Roma, un grupo de jóvenes se congregó en torno suyo. La
seguían por toda la ciudad, inscribiendo su nombre en los árboles, escribiendo sonetos
en su honor y cantándolos a quienquiera que los escuchara.
A un joven noble le sacó de quicio ese culto adorador: al parecer, todos amaban a
Tullia, pero nadie recibía a cambio su amor. Resuelto a raptarla y casarse con ella, este
joven logró con engaños que ella le permitiera visitarla una noche. El proclamó su
devoción imperecedera, la colmó de joyas y presentes y pidió su mano. Ella se la negó.
Él sacó un cuchillo, pero ella volvió a negarse, así que él se apuñaló. El joven
sobrevivió, pero la fama de Tullia fue entonces mayor que antes: ni siquiera el dinero
podía comprar sus favores, o al menos eso parecía. Conforme pasaron los años y su
belleza desapareció, un poeta o intelectual salía siempre en su defensa y la protegía.
Pocos de ellos ponderaban siquiera la realidad; que Tullia era, en efecto, una cortesana,
una de las más populares y mejor pagadas de su profesión.
Interpretación. Todos tenemos defectos de una u otra clase. Nacemos con algunos de
ellos, y no podemos evitarlos. Tullia tenía muchos de esos defectos. Físicamente, no era
el ideal del Renacimiento. Asimismo, su madre había sido una cortesana, y ella era
ilegítima. Pero a los hombres que caían bajo su hechizo no les importaba. Estaban
demasiado trastornados por su imagen: la de mujer elevada, para conquistar a la cual
había que pelear. Su actitud procedía directamente de la Edad Media, de los días de los
caballeros y trovadores. Entonces, una mujer, habitualmente casada, podía controlar la
dinámica de poder entre los sexos retirando sus favores hasta que el caballero
demostrara de algún modo su valía y la sinceridad de sus sentimientos. Podía
enviársele a una búsqueda, u obligársele a vivir entre leprosos, o a competir por el
honor de ella en una justa posiblemente fatal. Y tenía que hacer esto sin quejarse.
Aunque los días de los trovadores se extinguieron hace mucho tiempo, la pauta
permanece: a un hombre en realidad le agrada poder demostrar su valor, ser desafiado,
competir, sufrir pruebas y tribulaciones y salir victorioso. Tiene una vena masoquista; a
una parte suya le gusta sufrir. Y por extraño que parezca, entre más exige una mujer,
más digna parece. Una mujer fácil de obtener no puede valer gran cosa.
Haz que los demás compitan por tu atención, muestren de algún modo de lo que son
capaces, y verás cómo aceptan el reto. La vehemencia de la seducción aumenta con
estos desafíos: "Demuéstrame que me amas de verdad". Cuando una persona (de
cualquier sexo) está a la altura de las circunstancias, de la otra suele esperarse que haga
lo mismo, y la seducción se agudiza. Al hacer que la gente demuestre su valía,
aumentas asimismo tu valor y encubres tus defectos. Tus objetivos están demasiado
ocupados probándose para notar tus faltas e imperfecciones.
Símbolo. El torneo. En el campo, con sus brillantes pendones y enjaezados caballos, la
dama ve a los caballeros pelear por su mano. Los ha oído declarar su amor de rodillas,
sus canciones interminables y bellas promesas. Son muy buenos para eso. Pero
entonces suena la trompeta y empieza el combate. En el torneo no puede haber farsa ni
vacilación. El caballero al que ella elija deberá tener sangre en el rostro, y algunas
fracturas.
REVERSO.
Al tratar de demostrar que eres digno de tu objetivo, recuerda que cada blanco ve las
cosas de manera diferente. Una exhibición de destreza física no impresionará a alguien
que no valora la habilidad física; sólo indicará que buscas atención, ufanarte. Los
seductores deben adaptar su modo de mostrar de lo que son capaces a las dudas y
debilidades del seducido. Para algunos, las palabras bellas son una prueba mejor que
los hechos temerarios, en particular si han sido escritas. Con estas personas, manifiesta
tus sentimientos en una carta: otro tipo de prueba física, con más atractivo poético que
una acción ostentosa. Conoce bien a tu objetivo, y dirige tu evidencia seductora a la
fuente de sus dudas y su resistencia.

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